Dios expresa al mundo su amor de diferentes formas, todas sublimes. Una de las mas hermosas descripciones de ese amor es la parábola del hijo prodigo.
El amor de Dios es constante y sus manifestaciones también. ¿Recuerdas cuando el hijo prodigo volvió a casa? El registro bíblico muestra que apenas el padre lo vio a lo lejos, corrió hasta él, lo abrazó y lo besó.¡Maravilloso! ¿Verdad?
Los abrazos, el contacto físico, la expresión corporal del amor, son importantes para el ser humano. Nuestros seres queridos podrían carecer de este gran aliciente y padecer en consecuencia de un “hambre de piel”.
Una especialista familiar, a quien escuché en un programa radiofónico, habla de los “tres abrazos” necesarios para enfrentar la vida diaria.
· “El abrazo del despertar“, que te hace abrir los ojos a un nuevo día, a una nueva oportunidad.
· “El abrazo del aprender“, que te abre al conocimiento.
· “El abrazo del vivir“, que te da fuerza para enfrentar la vida como venga hoy.
Sean tres u ocho –como algunos aseguran-, debemos tener muy claro que el contacto personal puede ser la única manera en la que quienes nos rodean se pueden sentir amados. Por ello, no debes sentir temor o pena al abrazar y ser abrazado.
En esta parábola, ejemplo del amor de Dios, también sentimos la demostración física de su afecto. Cuando el hijo vuelve, lo primero que hace el Padre es abrazarlo. ¿Será importante abrazar? ¡Claro que sí! El abrazo da seguridad, quita los deseos de llorar, te hace sentir amada, te da fuerzas para aceptar que te equivocaste y te ayuda a desear no equivocarte otra vez.
Siente el abrazo de tu Padre celestial hoy y empieza a compartir el toque físico con todo el que tengas oportunidad de hacerlo. Con un niño, con tus hijos, con tu malhumorado esposo, con tu vecina que no parece necesitarlo.Dios les hablará a ellos a través de tus abrazos.
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