Cuando era entrenador de básquetbol de muchachas de primer año en la secundaria en el otoño de 2005, quedé sorprendido por las muchas veces que escuchaba, «¡Eso no es justo!»
La motivación de las muchachas parecía depender de que si creían que lo que les pedía que hicieran era justo o no. Si les pedía a algunas muchachas que hicieran un ejercicio de defensa mientras que otras hacían lanzamientos libres, escuchaba, «No es justo.» Si le permitía a un grupo hacer ejercicios de ataque por más tiempo que a otro, escuchaba, «No es justo.»
Son tantas las situaciones en la vida que gritan, «¡No es justo!» Observo a parejas cristianas que luchan por tener bebés mientras que otras son bendecidas con hijos y abusan de ellos. Miro a familias que tienen a todos sus hijos vivos y bien, mientras yo voy por la vida habiendo perdido a uno de ellos. Veo a amigos que anhelan servir a Dios pero no pueden debido a problemas de salud.
Es entonces cuando debo regresar a una verdad básica. No somos los árbitros de la justicia. Dios lo es es, y Él sabe muchísimo más que nosotros acerca de Sus planes y propósitos. La cuestión no es acerca de justicia. Al final, es acerca de confianza en un Dios fiel que sabe lo que está haciendo. «¡La Roca! Su obra es perfecta,
porque todos sus caminos son justos» (Deut. 32:4).
No hay comentarios:
Publicar un comentario