sábado, 31 de enero de 2009

La Lealtad en la Historia de nuestras vidas

Vocablo derivado de ley, al igual que legalidad, indica la cualidad interior de rectitud y franqueza, de fidelidad y constancia a la palabra dada, a las personas e instituciones y aun al propio honor personal.

En el plano propiamente humano, la lealtad inspira una coherente fidelidad a las personas y a las instituciones, en la medida en que éstas encarnan los valores auténticamente humanos y particularmente los valores evangélicos. La lealtad no es pasajera, sino que perenniza amistades e instituciones.

En cuanto cualidad ética, y no simple conformismo histórico-sociológico, la lealtad incluye capacidad de discernimiento, lucidez y coraje para rectificar la adhesión enraizándola en los valores humanos y sociales y no en organizaciones o personas que, eventualmente, las representan.

Lealtad significa fidelidad. (El ser humano abierto a lo trascendente, y que se conoce gradualmente a sí mismo, descubre que la fidelidad es como su destino ético y espiritual, y que sin ella su vida carece de orientación y de sentido verdadero). Lealtad significa también franqueza, nobleza, honradez, sinceridad y rectitud. Sólo se es leal si se es fiel. Es imposible pensar en lealtad (noble hábito del corazón) sin que vaya unida a la fidelidad (la infidelidad puede equivaler a un suicidio espiritual y ético). Pero no basta ser fiel para ser leal. Es necesario, además, ser franco y sincero con el sujeto de nuestra lealtad. Luego, sólo es leal quien, además de ser fiel, es franco y sincero. Servir con lealtad significa también servir con franqueza, sinceridad y honradez. Es servir con la verdad por delante. No se es leal si se engaña, si no se dice la verdad o se dicen sólo medias verdades. La lealtad no es mentirosa.

La lealtad es una devoción interna. Un compromiso en la relación. Un interés en el bienestar de otro. Es fidelidad por una causa: la visión de Dios. Lealtad es una expresión vital del amor de Dios.

¿A quien debemos ser leales? Debemos ser leales a Dios. (Una lealtad hacia Dios pone todas las otras relaciones en lista de espera, ubica a Dios en la primera prioridad. No es la familia, no es el/la esposo/a, no son los hijos, el trabajo, el negocio, es Dios a quien debo serle fiel). Dememos ser también leales a nosotros mismos (ser leal a sí mismo es el único modo de llegar a ser leal a los demás), a la Iglesia, a la Patria, y a los demás (padres, esposo/a, hijos…) en primer lugar, y en segundo lugar a todo aquello que nos traiga el bien, la tranquilidad, la justicia y la felicidad.

El vigor de la lealtad en la vida nacional, desde diferentes perspectivas, es fundamental. Es necesaria para la armonía de toda sociedad. La lealtad es un bien que debe cultivarse en todo ambiente, y concretamente en instituciones, empresas, vida política y el ámbito familiar. Se desarrolla en cada persona y debe ser apreciada en todo momento, ya que su inexistencia envenena todo clima laboral y familiar.

La persona leal no pierde su capacidad de disentir, de expresarse y hasta de oponerse cuando la otra parte actúa de una forma no conforme a nuestros principios y criterios, o traiciona los ideales en los cuáles se fundamentó la lealtad. Firmeza ante las convicciones y principios que uno pueda tener, acatarlos y nunca traicionar estos ideales.

La persona leal sobrevive a las dificultades, sean externas provocadas por presiones, amenazas o chantajes, resiste a la tentación de buscar lo cómodo y lo fácil y no se acobarda ante los ataques y calumnias.

La lealtad es muy diferente al servilismo en el que con frecuencia se cae cuando se quiere buscar o conseguir algo e, incluso, se llega a traicionar lo más sagrado de una persona: su conciencia, con tal de obtener el reconocimiento, el puesto a que se aspira o una posición de privilegio. El hombre leal es recto, digno e incorruptible.

La falta de convicciones e ideales hace que las personas se dejen guiar por los impulsos más inmediatos y estén siempre dispuestas a irse con quien mejor les parezca. La persona leal posee un alto sentido del compromiso y ello le permite ser constante en sus afectos y cumplidora de su palabra. El leal es sincero, valiente, transparente, firme, agradecido, constante, confiable, seguro. Ser leal, es ser congruente entre lo que se tiene como valor humano y lo que se hace en la vida diaria. Ser leal es mantener en absoluta consonancia lo que se dice, se ofrece, se promete o se jura, y lo que se hace en la práctica. Ser leal es no solamente la antítesis de la traición sino de la falla de conducta por debilidad de carácter. Hay que ser leales (cumplidos) en todo, para conservar la confianza y el respeto (y hasta admiración, si se quiere) de los demás. Debemos llevar la lealtad a los detalles pequeños, ya que quien es leal en lo poco lo será en lo mucho.

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