Una señora pidió a su Pastor que rogara a Dios para que ella tuviera más paciencia. Se arrodillaron juntos y el Pastor pidió: “Oh, Dios, envía sobre esta querida hermana más aflicción; mándale persecución; métela en los brazos de la tribulación; amontona sobre ella pruebas”.
La señora ya no pudo aguantar más, y exclamó: “¡Pero, Pastor! deténgase. Yo no quiero aflicción y tribulación, quiero paciencia”. “Bien”, dijo el Pastor, “La tribulación produce paciencia”.
“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia”.(Romanos 5:3) y que la paciencia tenga su obra perfecta, “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. (Santiago 1:4).
Tomado de Fuego de Pentecostés Nº 54, Año 1932
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