Resultaría muy pero muy contradictorio recibir de sorpresa alguna visita en casa y -aunque hace mucho tiempo que no le hayas visto y traiga una gran cantidad de obsequios- pedirle que se retire en el acto simplemente porque no quieres recibirle.Mirando el Evangelio nos encontramos con la escena descrita anteriormente y de verdad resulta ser muy pero muy contradictoria, al punto que todos salen a recibir a la persona de visita con el fin de solicitarle y mejor pudiera ser obligarle, a que se retire del lugar. Se lee del siguiente modo "Entonces todos los del pueblo fueron al encuentro de Jesús. Y cuando lo vieron, le suplicaron que se alejara de esa región" Mateo 8:34 (NVI)
Definitivamente, los intereses de estas personas distaban de lo que el Señor Jesucristo pretendía concederles.El relato bíblico nos sitúa en una de las orillas del Lago Genesaret o también conocido como el Mar de Galilea o Mar de Tiberíades; Jesús venía del lado contrario, allí había traído limpieza total a un leproso (eso implicaba que ya podía dejar su vida aislada de la familia y ser restituído como un ciudadano más en medio de la sociedad que hasta ahora le había discriminado); junto a esto había, de manera tremendamente milagrosa, sanado de parálisis a uno de los esclavos de un prominente militar romano (esto permitió que aquel hombre pudiera recorrer libremente el territorio y seguir junto a su amo sin mayor conflicto); también había quitado la fiebre de la suegra de Pedro (agradecida, la mujer decidió atender y servir al Señor y sus discípulos).En medio del Lago, cuando lo atravesaban Jesús manifestó su autoridad por sobre la naturaleza, calmando una tempestad que azotaba la embarcación (la paz que ello significó asombró a los discípulos sobremanera)
Llegados a esta orilla, precisamente a la región donde salieron a recibirle, Jesús desplegó su poder para traer libertad a unos endemoniados que por cierto, estaban viviendo entre los sepulcros, causando temor a cualquier transeúnte (al ser vueltos a sus cabales ya nunca más se les vería en los sepulcros ni causando lástima ni miedo a los demás)Toda esta descripción que vemos en el Evangelio es precisamente con la finalidad de hacernos notar que Jesucristo el Señor, al visitarnos al acercarse a nosotros, viene siempre con las manos llenas de obsequios -limpieza y restauración, trae consigo nuevas fuerzas y es capaz de levantarnos de nuestra condición y qué decir de la salud abundante que nos concede para luego servirle sin impedimento; además vemos que Jesucristo tiene la capacidad de dar libertad, dignificar y restaurar a las personas- Sus manos están llenas de obsequios pero obsequios verdaderos.La actitud de los habitantes de ese sector es triste; dieron mayor importancia a sus cerdos que viven en el barro y la basura que a Jesucristo, que tenía y tiene la facultad y poder de cambiar la vida toda. No estamos juzgando a esas personas, pues creemos que esta misma actitud es la que nuestra sociedad, sí la nuestra -entre ella Ud. y yo- mantiene hacia Jesucristo. Preferimos lo pasajero, nos atraen el coche o carro nuevo, las joyas, el qué dirán, cuidamos la imagen, el buen nombre, nuestro status; pero poco o casi nada nos interesa lo que Jesucristo es y tiene para cada uno.
Bien haríamos en evaluar nuestro corazón y preguntarnos ¿si Jesucristo llegara ante mí, le recibiré gustoso o decididamente le pediré que pase de largo porque no me interesa su presencia?
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