sábado, 31 de enero de 2009

Cuando no hay alternativa.

—Está prohibido atravesar el desierto en esta época del año —manifestó seriamente el funcionario de Mauritania—. Ningún árabe se atrevería a hacerlo.
—Tiene usted razón —respondió el viajero—; pero nosotros somos seguidores de Cristo, y los cristianos somos locos.
Fue así como Michael Asher, escritor inglés, y María Antonietta, su esposa italiana, emprendieron el trayecto.
Viajaron ocho mil kilómetros a lomo de camello atravesando el desierto del Sahara, desde Mauritania hasta llegar al río Nilo. En su libro Dos contra el Sahara Michael Asher describe las tremendas dificultades del viaje. Ningún occidental se había atrevido a hacerlo antes. El espantoso desierto, con su increíble calor, transformó lo que comenzó siendo un evento arrobador, en una odisea desoladora. Pero realizaron el viaje. Cumplieron su cometido.
De las muchas experiencias que el autor acentúa en su libro, hay una que nos conviene considerar. He aquí sus palabras: «De dos personas que éramos en Mauritania, cuando llegamos al Nilo nos habíamos fundido en una sola.»
Muchas veces los golpes de infortunio separan a los matrimonios, pues hacen que el amor se enfríe, que surjan los reproches y que resalten las recriminaciones. Por eso hay tantas personas convencidas de que la escasez económica representa una amenaza contra el matrimonio.
¿Pero qué pasó en el caso de Michael y María Antonietta? Sufrieron adversidades indecibles. Las angustias de esos meses de incertidumbre tenían que haber extinguido totalmente el amor, pero no fue así. Sucedió lo contrario, como dicen ellos: «El espantoso desierto nos fundió en una sola persona.»
¿Qué circunstancia había en el desierto que no hay en las situaciones normales de nuestra vida? La realidad innegable de que no había alternativa. Solos en el desierto, no tenían a quién acudir. Sólo había dos personas, y en su aflicción tenían que encontrar su afecto el uno en el otro.
En cambio, muchos de nosotros sí nos permitimos una alternativa. Si el matrimonio no nos sale bien, nos divorciamos porque tenemos esa alternativa. En eso consiste el fracaso de muchos matrimonios.
No admitamos alternativa. Cuando determinamos que nuestro matrimonio será «hasta que la muerte nos separe», con eso establecemos su solidez. Cristo en nuestro hogar producirá ese ambiente. Si le pedimos a Él que sea el Señor de nuestra vida, lo será también de nuestro matrimonio, asegurando su permanencia. En ese feliz estado no hay alternativa que valga.
Hermano Pablo.

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