sábado, 31 de enero de 2009

Dios siempre está presente

En cierto pueblo vivía Pedro, un hombre que creía fervientemente en Dios. Un día empezó a llover y al ver que se aproximaba una fuerte inundación, todos los lugareños decidieron abandonar el lugar y ponerse a buen resguardo. Cuando pasaron por casa de Pedro, éste les dijo que se quedaba ya que “Dios lo iba a salvar”. No hubo manera de convencerlo, Pedro se quedó y todos los demás se fueron. Transcurrieron las horas y el nivel del agua subió más de metro y medio. En eso pasó por casa de Pedro un hombre en su pequeño bote. Le ofreció un espacio para que se subiera, pero Pedro se negó nuevamente ya que “Dios lo iba a salvar”. Sin entender la actitud de Pedro, el hombre siguió navegando en búsqueda de otros a quienes ayudar. Seguía lloviendo a cántaros y pronto el agua obligó a Pedro a subir sobre el tejado de su vivienda. En eso llegó un helicóptero de rescate que sobrevolaba la zona. Una vez más Pedro se negó a partir ya que “Dios lo iba a salvar”. Pero la fuerza de la naturaleza fue implacable, destruyó la casa y se llevó consigo la vida de Pedro. Como era un buen hombre, el alma de Pedro subió al cielo donde se encontró con Dios. Al verle, Pedro le preguntó entristecido: - Toda mi vida creí en ti y seguí la senda del bien. Fervientemente estaba convencido que me ibas a salvar, pero no fue así. Ahora yo estoy aquí, mientras que mis seres queridos lloran mi muerte. ¿Por qué no me salvaste de aquella tragedia? Con mucha dulzura, Dios le respondió: - Hijo mío, claro que traté de salvarte: envié primero a tus vecinos, luego a un buen hombre con su bote y finalmente a un helicóptero de rescate, sin embargo en cada ocasión tú te negaste a recibir la ayuda. Publicado por Felipe Sangiorgi

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