sábado, 31 de enero de 2009

EL ABORTO: LICENCIA PARA MATAR NIÑOS INOCENTES E INDEFENSOS

"Antes de formarte en la matriz te conocí para Mí; antes que nacieras te consagré." (Jeremías 1, 5) EL ABORTO es sin duda el mayor genocidio de todos los tiempos: 50 millones de niños asesinados cada año en el mundo, un auténtico crimen contra la Humanidad. La realidad de la vida es objetiva: desde que el óvulo y el espermatozoide se unen existe ya un nuevo ser vivo con todas sus características definidas. La Genética demuestra que en el óvulo fecundado se halla el código entero del futuro hombre, desde el color de los ojos a la forma de los labios; por tanto el secreto de la vida se inició desde la misma fecundación. Todas las células de una persona tienen el mismo código genético, pero en el caso del embrión el ADN es distinto, es el de otra persona que no forma parte del cuerpo de su madre, aunque dependa de ella. Cada embrión es una criatura humana que debe ser tratada y respetada como tal. No podemos ser nosotros los que decidamos, ni en casos de enfermedad ni por otras razones, quien es adecuado para vivir y quien debe ser eliminado. Si matamos a los niños no nacidos que padecen alguna subnormalidad, a los que son producto de una violación y a los que suponen "una carga excesiva para sus madres", entonces ¿por qué no matamos también a todos los niños ya nacidos que son pobres, a los discapacitados, a los ancianos, a los enfermos, a los negros, a los homosexuales, a los abortistas, a todo el que no sea ario, a los que nos caigan mal, etc. Esta es la dura mecánica del aborto: si justificamos el crimen, nos estamos poniendo al nivel de lo que pasó en la Alemania nazi con el exterminio de los judíos y otras razas. La vida humana es un valor que está por encima de cualquier otra consideración ideológica. Y no es sólamente el niño la víctima. Todas las evidencias demuestran que una gran cantidad de mujeres, sino la mayoría, sólo acceden al aborto bajo presión de sus parejas o de un entorno hostil. Es una forma extrema de violencia de género. Para ellas, recordamos las palabras del Papa Juan Pablo II: «Una reflexión especial quisiera tener para vosotras, mujeres que habéis recurrido al aborto. La Iglesia sabe cuántos condicionamientos pueden haber influido en vuestra decisión, y no duda de que en muchos casos se ha tratado de una decisión dolorosa e incluso dramática. Probablemente la herida aún no ha cicatrizado en vuestro interior. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo profundamente injusto. Sin embargo, no os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la esperanza. Antes bien, comprended lo ocurrido e interpretadlo en su verdad. Si aún no lo habéis hecho, abríos con humildad y confianza al arrepentimiento: el Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la Reconciliación [la Confesión]. Os daréis cuenta de que nada está perdido y podréis pedir perdón también a vuestro hijo que ahora vive en el Señor. La iglesia católica también advierte acerca del pecado que comete tanto la persona que aborta como los que colaboran en ello. La Iglesia Católica entiende por aborto la muerte provocada del feto, realizada por cualquier método y en cualquier momento del embarazo desde el instante mismo de la concepción. El que procura un aborto, la Iglesia lo castiga de modo riguroso, queda excomulgado. Esta excomunión es “Latae sententiae" , que quiere decir automática, así como los que hayan cooperado positivamente, incurren en irregularidad, que es el impedimento perpetuo para recibir órdenes sagradas. La Excomunión de un católico le impide recibir los Sacramentos mientras no le sea levantada la pena: no se puede confesar válidamente, no puede acercarse a comulgar, no se puede casar por la Iglesia, etc. El excomulgado queda también privado de desempeñar cargos en la organización de la Iglesia.
Ayudadas por el consejo y la cercanía de personas amigas y competentes, podréis estar con vuestro doloroso testimonio entre los defensores más elocuentes del derecho de todos a la vida. Por medio de vuestro compromiso por la vida, coronado eventualmente con el nacimiento de nuevas criaturas y expresado con la acogida y la atención hacia quien está más necesitado de cercanía, seréis artífices de un nuevo modo de mirar la vida del hombre» (Evangelium Vitae).

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