sábado, 31 de enero de 2009

La Falta de Atención a lo Eterno


Una forma específica de imprudencia es la que se funda en la separación, en la ruptura entre valoración prudencial y orientación histórico-salvlfica del vivir (cf J. RIVIÉRE, Sur te devoir d'imprévoyance). No son los pecadores, sino los prudentes los que están expuestos al desafío del escándalo de la cruz (Gál 5,1 I). La resistencia a las provocaciones del misterio determina las reducciones de horizonte que aprisionan en la lógica férrea de lo penúltimo y embotan la sensibilidad respecto a la promesa: la realidad que funda la, confianza y el contexto de las decisiones magníficas y magnánimas que hacen bello y honesto el vivir (cf D. BONHÓFFER, Ética, 22ss).

Cuando la luz no esclarece la intéligencia del vivir, las decisiones, aunque se contrasten las incertidumbres frustradas de las crisis de las ideologías, se toman basándose en aquella racionalidad reductiva que legitima los humanismos y pretende avalar con el crisma que es propio de los valores finales las propuestas de los bienpensantes.

La obediencia al misterio en lo que tiene de paradójico, arriesgado, locura, necedad, es la prerrogativa de los seguidores del Dios crucificado, el camino de los que se dejan construir como icono de Dios. Lo humano es autónomo; pero deriva de Dios, vive en él, tiende a él; prescindir de este contexto es falsificar la realidad, sustraerse a la verdad: Si se pone entre paréntesis la salvación final, la decisión se convierte en cálculo; no es ya riesgo, confianza, esperanza. Esta reducción de perspectiva influye también en la atenuación de la vigilancia respecto a las resistencias al bien legitimadas con los sofismas que se adornan con el marchamo de la experiencia y de la sabiduría (cf 1 Cor 1,22ss). Toda esta situación se acentúa cuando se conjuga con el inquieto vagar de la fantasía, que se concentra en los riesgos y peligros que acompañan el camino del justo.

Muchas valoraciones imprudentes y erróneas brotan de la inmoderada representación de las violencias, de la privación de libertad, de las situaciones de que a menudo son víctimas quienes practican la justicia. La resistencia a los perseguidores debe combinarse con el control de las representaciones necróforas que pululan en lo intimo, ofuscan la mente y retrasan el camino.

Las mentalidades que todo lo calculan con el metro del interés, del poder, de la autoafirmación; que para conseguir sus fines ceden a la manipulación, a la explotación de los otros, basándose en la lógica de los resultados inmediatos, carentes de toda perspectiva del bien humano, son cómplices y aliados de las situaciones cuya violencia experimentan los justos.

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