“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?” (Mateo 5:44, 46, 47)
Preguntaron al General Robert Lee qué él decía de otro general del Ejército Confederado que había hecho consideraciones despectivas sobre él. Lee lo evaluó como un oficial de grandes cualidades. La persona que hizo la pregunta parecía perpleja. “General”, él dijo, “yo supongo que no sabe lo que él ha hablado a su respeto”. “Yo sé”, Lee contestó. “Pero usted pidió mi opinión sobre él y no la opinión de él sobre mí.”
En nuestra relación con los otros, frecuentemente lo que llamamos a amor no pasa de un poco más de lo que una transacción o un negocio. Las personas nos tratan con cariño y amabilidad y nosotros retribuimos de la misma forma.
Cuando nos tratan injustamente, contestamos negativamente como hallamos que ellos merecen. Todo es normal, justo, ojo por ojo y diente por diente. Pero el amor cristiano jamás se conforma con lo que es racional. Insiste en ofrecer misericordia así como justicia. Quiebra la cadena de reacciones lógicas.
La casa del justo sufre las mismas tempestades que la casa de los impíos. Pero la diferencia es que una es construida sobre la roca y a otra sobre la arena. Cuando nosotros estamos firmados en la roca — Jesucristo, necesitamos mostrar las cualidades de alguien que no puede ser comparado con aquéllos que están confiando en la seguridad del mundo, o sea, ninguna.
La venganza, el “pagar con la misma moneda”, son actitudes mezquinas características de aquéllos que no experimentaron el verdadero amor de Dios.Cuándo eso acontece, aprendemos a continuación las enseñanzas de nuestro Maestro y su brillo no puede ser ofuscado por intereses menores y vanidosos.
El amor todo vence… hasta nuestro yo.
"En el mundo ustedes habrán de sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo..."
Juan 16:33
Del sufrimiento puede brotar el odio o el amor. El sufrimiento puede fácilmente desencadenar el odio. Y esto es peligroso porque el odio nos vuelve rehenes del rencor y de la venganza. El sufrimiento debe conducirnos a ser más solidarios, más tolerantes, mas justos.
Jesús nos enseña a vivir la paz en nuestros corazones y en nuestras mentes, a despojarnos de pensamientos de venganza y de odio, nos llama a la reconciliación...
Jesús nos enseña a practicar la justicia, a veces esto es difícil, pero es la única base firme, segura, bíblica, de una paz estable y duradera, que es la paz de Jesús.
..."Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte y que la venganza es la señal del débil." Mahatma Gandhi.
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