sábado, 31 de enero de 2009
Racismo
Autor: Samuel Koranteng-Pipim
El racismo es casi tan antiguo como la misma raza humana. Aparece bajo muchos rostros y en muchas formas.
El racismo existe cuando permitimos que el color, la casta, el lenguaje, la nacionalidad, la tribu, el origen étnico, la cultura o cualquier otro factor forme un muro entre las personas, de manera que uno exprese desprecio, prejuicio o ejerza señorío sobre el otro.
La sugerencia de que alguna gente es inherentemente superior o inferior puede derivarse de la religión (castas en la India, o la purificación racial en Bosnia), o puede tener origen en el expansionismo económico (colonialismo), o brotar de la política (nazismo, apartheid, tribalismo), o estar basado sobre una falsa premisa genética (Ku Klux Klan).
Cualquiera que sea el factor, para el racismo no todos los seres humanos tienen necesariamente un valor intrínseco, ni igual dignidad.
¿Pero es el racismo realmente una religión, como lo sugiere el título de este ensayo?
¿Por qué y cómo es el racismo incompatible con el cristianismo bíblico?
¿Qué podemos hacer como cristianos para promover normas bíblicas cuando se trata de relaciones humanas?
El racismo como religión
La antropóloga Ruth Benedict propone que el racismo es "el dogma de que un grupo étnico está condenado por la Naturaleza a una inferioridad, y otro grupo está destinado a una superioridad hereditaria. Es el dogma de que la esperanza de la civilización depende de la eliminación de algunas razas y del mantenimiento de otras en estado de pureza".
Sin embargo, aquellos que asumen o practican la inherente superioridad o inferioridad de un grupo de personas sobre otro, no necesariamente admitirán que es un hecho que son adherentes de una religión muy propia de ellos. No obstante, el racismo comparte todas las características de una religión, sea esta secular o sobrenatural.
Como religión, el racismo transmite un sentimiento de poder. Los racistas conciben la raza superior como su valor central y el objeto de su devoción. Por ello sus miembros encuentran en la feligresía y en la identificación con la raza superior su sentido y "poder de existencia".
El poder del racismo adquiere dos formas importantes, a saber: el racismo legal, en el cual las prácticas discriminatorias están establecidas en los códigos legislativos de la nación (apartheid, nazismo, esclavitud) y el racismo institucional, en el cual las prácticas raciales están entretejidas subrepticia e insidiosa-mente en varias estructuras sociales sin la protección de la ley.
Como religión, el racismo compite con otras religiones. Tradicionalmente las religiones apelan a lo sobrenatural y a otros valores y figuras del mundo, pero el racismo es más terrenal y secular. El racismo puede competir con otras religiones, o subrepticiamente explotarlas para alcanzar sus propios propósitos.
Por ejemplo, considera cómo el nazismo atentó contra el auténtico cristianismo mientras cooperaba con iglesias sumisas. La religión apela a un líder superior, condena el mal en la sociedad, se esmera por encontrar respuestas a los problemas sociales, exalta elevados ideales de justicia, equidad y hermandad, requiere obediencia absoluta y sacrificio propio y tiene su propio libro de códigos. De igual manera funciona el racismo, aunque restringido a su propio grupo de humanos superiores.
El racismo y el cristianismo; la incompatibilidad
El racismo es absolutamente incompatible con el cristianismo.
Los Cristianos tienen que entenderlo por la simple razón de que el racismo, al vestirse con el manto de la religión, se hace aceptar tan fácilmente que aun los cristianos sinceros fallan en ocasiones en reconocer sus peligros y caen presos de su insistencia en la superioridad étnica.
El cristianismo genuino se aparta e inclusive pone en tela de juicio el racismo en cualquiera de sus formas o prácticas.
Epistemología.
La Biblia enseña que un conocimiento de la verdad y la realidad viene "de arriba": de una revelación de Dios en Jesús y por medio de la Palabra escrita (Juan 17:3; 2 Timoteo 3:15-17). En cambio el racismo apela a fuentes "de abajo", que asumen la existencia de una raza superior e incorpora versiones variadas de orgullo étnico.
Por ejemplo, el racismo del blanco en el siglo XIX, encontró una confortable base epistemológica en la teoría darwinista de la sobrevivencia del más apto. Basados en esta teoría, los europeos recibieron la confirmación de que "ellos eran los más aptos de todos".
Herbert Spencer, argumentando a favor del darwinismo social, mantenía la posición de que algunas razas eran "naturalmente ineptas" porque son biológicamente o inherentemente inferiores.
La versión racista de la verdad ignora o rechaza la aserción bíblica de que todos los seres humanos, creados a la imagen de Dios, tienen la capacidad de entender, de intimar, de apreciar y de comunicarse entre sí, independientemente del origen racial. Al rechazar el racista la revelación bíblica, busca en la sociología, en la antropología, la historia y en la ciencia las explicaciones a los problemas raciales y de cómo comportarse frente a los mismos. El racismo consultará a veces la Biblia, pero sólo para buscar el apoyo a sus pretensiones.
Creación
La doctrina bíblica de la creación establece la unidad biológica y la paridad racial de la raza humana. La declaración de Pablo de que Dios "de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres" (Hechos 17:26), enfatiza la singularidad de Dios y de la humanidad.
La asunción racista de la inferioridad de algunas razas, no solamente niega esta enseñanza bíblica sino que también afrenta el carácter de Dios al sugerir que él es el responsable de los supuestos defectos de ciertas especies humanas.
La naturaleza del ser humano
La enseñanza bíblica de que la humanidad ha sido creada a la imagen de Dios, asimismo implica que, como agentes morales libres, realizamos decisiones por las cuales debemos dar cuenta a Dios y a cada miembro de la comunidad. Para sustentar sus premisas raciales, el racismo rechaza la doctrina bíblica humana y apela a un determinismo biológico o genético.
Por ejemplo, al enseñar el racismo que algunas razas son por naturaleza físicamente débiles, mentalmente impedidas o moralmente inferiores, como consecuencia de este determinismo, acepta la idea de la limitación del potencial humano y de su capacidad de ejecución. Simultáneamente niega la responsabilidad que tenemos ante Dios, la cual es fundamental para la perspectiva mundial que la Biblia concibe. (Ver Hechos 17:31; Apocalipsis 14:6).
El pecado y la depravación humana.
La Biblia enseña que "todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23; ver también 5:12; 1 Corintios 15:22).
El pecado original, y la consecuente degeneración y muerte de todos los seres humanos, son el resultado de la caída de Adán (Romanos 5:12-21). Pero el argumento racista de la existencia de una raza superior o inferior no ve en ello un problema caída y pecado.
El racismo argumenta a favor de una jerarquía depravada: cuanto más se alega a favor de la inferioridad de la raza más profunda es la depravación. Aunque la teología racista admita que la raza superior también cayó en pecado, sostiene que ésta reinterpreta la naturaleza de la caída.
El racismo ve en la así llamada raza inferior una doble caída: la primera fue debido a la caída de Adán y la segunda es una "caída" especial de orden racial. Por lo tanto, para el racista la mezcla de las razas contribuye a la pérdida de la pureza racial. Así Hitler en su obra Mein Kamp, sostiene que las razas superiores experimentan una caída cuando permiten que su sangre se mezcle con la de la raza inferior. ¿Cómo puede una creencia tal ser compatible con la representación bíblica que reclama que toda la raza humana tiene un mismo origen y un problema común?
Redención
El racismo contradice la doctrina cristiana de la redención. El sacrificio expiatorio sustitutivo por el pecado puesto en vigencia en la cruz, redime a todos los seres humanos que escogen aceptar a Jesús, sin considerar diferencias entre ellos (Juan 3:16; Romanos 1:16; Gálatas 3:26-28).
La cruz también asegura una consumación escatológica de la redención en la tierra nueva (Juan 14:1-3; 1 Tesalonicenses 4:14-17; 2 Pedro 3; Apocalipsis 21). Sin embargo, en la teología racista, los seres humanos (la raza superior) buscan efectuar su propia redención: "La esencia de la redención consiste en una renovación racial, en revivificar la raza superior por medio de técnicas de purificación". Por medio de técnicas tales como la eugenesia, la esterilización, la guerra, la purificación étnica, etc., la escatología racista intenta proteger los genes superiores de ser disminuidos por la raza inferior; lo cual significa que la raza superior tiene que reproducirse y que la raza inferior tiene que ser eliminada.
Etica
La ética cristiana y la ética racista, inevitablemente, se oponen.
La primera está basada en la "santidad de la vida humana", que surge de la doctrina de la creación. La Biblia presenta los Diez Mandamientos como la norma de conducta humana más clara y a Jesús, como el supremo ejemplo para la humanidad.
El racismo, por el contrario, exalta la doctrina de la "calidad de la vida humana", la cual sugiere que la esencia de la persona está determinada por sus características biológicas, teniendo algunas personas sólo valor relativo. De acuerdo con la ética de la "calidad de la vida humana" algunos seres humanos no son "personas" realmente y pueden por lo tanto ser explotados.
El racismo y el cristianismo: El desafío
Los cristianos tienen una oportunidad singular para tratar el tema del racismo, tanto en la iglesia como en la sociedad. Considera las tres ventajas que tenemos.
Somos el remanente.
Al identificarnos como la iglesia remanente, nos atribuimos el ser el último pueblo de Dios, que guarda sus mandamientos y la fe de Jesús (Apocalipsis 14:12). Tal atribución debe hacernos reconocer, en palabra y en acción, que el ser miembros del remanente no depende del nacimiento natural sino del nacimiento espiritual (Juan 3:3-21). Tampoco está ligada esta feligresía a la sangre de origen étnico sino a la sangre redentora de Cristo (Hebreos 9: 14, 15); y tampoco depende de la pertenencia a una raza superior, sino a una raza santa (1 Pedro 2:9).
Tenemos una misión global.
Con nuestra fe, misión, y estructura dedicada a la formación de una familia global escatológica, deberíamos combatir todo aquello que produzca una brecha entre los pueblos. El racismo hiere el cuerpo de Cristo y destruye su misión global. Hemos sido llamados para la alabanza y proclamación de Uno de quien dice Juan: "con tu sangre nos ha redimido para Dios" (Apoc. 5:9; ver 14:6).
Llevamos un nombre.
Nuestro nombre exige el rechazo del racismo y una manifestación de armonía. Ser Cristianos es confirmar a Dios como el Creador y Padre de toda la raza humana; por lo tanto significa sostener que todos los humanos somos hermanos y hermanas. Mantener el componente "Cristiano" en nuestro nombre significa mirar hacia adelante a un tiempo y lugar donde los integrantes de "toda nación, tribu, pueblo y lengua" vivirán reunidos en perfecta paz. Que una agrupación humana de esta índole --que incluya toda nacionalidad, raza y lengua-- pueda llegar a existir, será un milagro digno de contemplar. Mientras tanto, la iglesia debe ser "un tipo de modelo preliminar, a pequeña e imperfecta escala, de lo que será el estado final de la humanidad en el diseño divino".
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