sábado, 31 de enero de 2009
San Antonio, fermento de caridad a los pobres
La predicación de san Antonio se caracteriza, desde el punto de vista franciscano, por su compromiso «popular», por su atención preferencial a la gente sencilla, a los «minores», a los pobres. Antonio, aun siendo un docto teólogo, se siente enviado a llevar, en pos de Cristo, «la Buena Noticia a los pobres», anunciándoles el Evangelio como mensaje de liberación y de promoción humanas.
Baste recordar, a este respecto, su severa y vigorosa predicación contra la usura, contra el egoísmo de los ricos, contra la violencia del poder político, la explotación de los trabajadores, la opresión de los pobres.54
Antonio, el «dulce consolador de los pobres», prosigue actualmente su obra en las iniciativas asistenciales que llevan su nombre. Recordemos «el pan de los pobres», surgido milagrosamente poco después de su muerte, así como las innumerables obras caritativas, educativas y de promoción social que se llevan a cabo bajo el patronazgo del Santo de Padua.
Nuestro léxico religioso habla de «nuevos pobres» y de «nuevas formas de pobreza». Los franciscanos, en recuerdo de Antonio y siguiendo su enseñanza, no debemos contentarnos con tener presente nuestro pasado, ni limitarnos a pensar en lo que estamos haciendo; también queremos, además, dar sentido a nuestros proyectos. Tal vez debamos redescubrir a los pobres. Para nosotros, los pobres no son sólo un problema social, de desigualdad económica o de marginación; son ciertamente todo esto, pero son, sobre todo, un problema que interpela nuestra vocación. Hay un modo franciscano y antoniano de situarnos ante los pobres: el del pobre por opción y voluntad de compartir, capaz de dar esperanza.
Estilo del anuncio evangélico de san Antonio
El título de «Doctor Evangélico» con que el culto litúrgico venera a san Antonio, la devoción popular lo expresa con palabras más sencillas y quizá más transparentes: «Antonio sabía decir las palabras del Evangelio.»55
Las biografías y sermones del siglo XIII enaltecen a Antonio «por su luminosa doctrina y por su profunda bondad, por su solicitud pastoral y por el celo infatigable con que se entregaba a llevar por todas partes la paz».56 San Antonio mismo expresa su dedicación a la evangelización de los pobres, diciendo: «Sólo los pobres, es decir los humildes, son evangelizados.» Y prosigue, casi como con un grito de sufrimiento y de esperanza: «Hoy en día los pobres, los sencillos, los iletrados, la gente del pueblo, las viejecitas, tienen sed de la palabra de vida, del agua de la sabiduría de la salvación… Sólo los pobres son evangelizados… Los verdaderos pobres no se escandalizan, porque sólo ellos son evangelizados, es decir, alimentados con la palabra del Evangelio, pues ellos son el pueblo del Señor y las ovejas de su rebaño.»57
Teniendo en cuenta este espléndido mensaje antoniano, los franciscanos hemos procurado que nuestra predicación, nuestro estudio, nuestra investigación científica, nuestra presencia (nada marginal) en el mundo editorial, nuestra actividad misionera, mantuvieran la misma atención a los pobres que caracterizaba la evangelización de san Antonio.
Como Antonio, debemos acercarnos a la palabra de Dios no por curiosidad científica, ni por orgullo intelectual o por instinto de dominio cultural, sino, sobre todo y primeramente, para acogerla como manantial de meditación fecunda, como llamada a la conversión diaria, como punto de referencia constante de la predicación, como estímulo de vida evangélica, en comunión fraterna con el nombre y la naturaleza.
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