sábado, 31 de enero de 2009

Ser transparente


A veces, suelo preguntarme por qué es tan difícil ser transparente… creemos que ser transparente simplemente es ser sincero, no engañar a los otros. Pero ser transparente es mucho más que eso.

Es tener el valor de exponerse, de ser frágil, de gritar, de decir lo que sentimos… Ser transparente es desnudarse el alma, es dejar caer las máscaras, bajar las armas, destruir las inmensas y pesadas paredes que nosotros insistimos tanto en construir… ¡Ser transparente es permitir que florezca toda nuestra dulzura!

Pero infelizmente, casi siempre, la mayoría de nosotros decide no tomar ese riesgo. Preferimos la dureza de la razón a la luminosidad que expondría toda la fragilidad humana. Preferimos el nudo en la garganta a las lágrimas que nacen de lo más profundo de nuestro ser… Preferimos perdernos en una búsqueda loca de respuestas inmediatas a simplemente rendirnos y admitir que no sabemos, que tenemos miedo.

No importa qué doloroso es tener que construir una máscara que nos distancie cada vez más, preferimos eso para mantener una imagen que nos dé la sensación de protección… Así, vamos ahogándonos cada vez más en palabras falsas, en actitudes falsas, en sentimientos falsos…
Con el pasar de los años, un vacío frío y oscuro nos hace percibir que ya no sabemos dar ni pedir lo más precioso que tenemos para compartir… dulzura, comprensión… Sufrimos, nos sentimos solos, inmensamente tristes y lloramos calladamente antes de dormir. Los latidos gritan dentro nuestro por no tener el valor de mostrarnos a quienes más amamos.
Porque, equivocadamente, aprendimos que es mejor atacar, acusar, criticar y juzgar, que simplemente decir: “estamos hiriéndonos… paremos ¡por favor!” Porque aprendimos que decir “eso es ser débil, es ser tonto,” es ser menos que el otro. Cuando, realmente, si actuáramos con el corazón, podríamos evitar tanto dolor, tanto dolor…

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