La palabra “hipócrita” usada por Jesús se puede traducir como “actor”, a una falsedad que afecta la rectitud de intención.
“La sociedad actual, borracha de relativismo, es muy permeable a cualquier estímulo, sea este cierto o falso.” ¿Qué nos estimula a hacer el bien? ¿Lo hacemos por las debidas razones o somos hipócritas ante el mundo?
¿Por qué debemos hacer el bien?
La respuesta de Jesús es clara: “para que se vea que sus obras están hechas según Dios.” (Jn. 3, 21) Más aún, nos indica el Señor: “Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.”(Mt. 5, 13a.16)
Dice S. Agustín: “Tampoco aquí se dice que sea ilícito el ser vistos de los hombres, sino el obrar para ser vistos de ellos. […] la regla que debe observarse es una sola: temer y rehuir, no que los hombres conozcan nuestras buenas obras, sino el hacerlas con la intención de que nuestro galardón sea el aplauso humano.”
“(Debemos) examinar con mucho cuidado nuestra intención en todo lo que hacemos, y no buscar nuestros intereses, si queremos servir al Señor.” (S. Gregorio Magno) Use esta escala para medir su rectitud de intención :
Cuantas más señales muestre, mayor su pureza de intención
(no en orden de importancia o mérito, basada en los pensamientos de santos):
1) Ve sólo a Dios en su corazón.
2) Combate la envidia con benevolencia.
3) No desea volver mal por mal y perdona de corazón.
4) No busca la propia alabanza.
5) No se complace en la alabanza cuando se ofrece.
6) Cuenta siempre con la gracia de Dios y no con su nada.
7) Ama los trabajos de su mayor desagrado y de menos relieve.
8) Se queda tranquilo cuando sus planes no tienen éxito.
9) Disfruta del bien que hacen los demás como si usted mismo lo hiciera.
10) Continúa a hacer el bien a pesar de menosprecio.
Santa Catalina de Suecia (1330-1381) es un ejemplo de alguien que marcaría un 10 en esa escala. Se casó a los 13 años con un noble alemán que le consiguió su familia pero hizo un voto de continencia con su esposo. En 1348 fue a Roma, donde vivía su madre desde que enviudó. Poco después de llegar a Roma se enteró de la muerte de su esposo, lo cual le dolió mucho. La Virgen María le ayudó a superar su depresión y decidió quedarse con su madre para dedicarse por completo al Señor.
Vivían como penitentes, peregrinando a lugares santos (que en esos tiempos era peligroso y no muy cómodo), ayudando a cuidar de los pobres y a catequizarles. No siempre eran apreciadas sus obras, especialmente por los que querían casarse con ella y no entendían su elección de una vida de pobreza. Perseveró 25 años con su madre (a pesar de las dificultades que se encontraban en sus viajes) hasta la muerte de ésta a los 71 años. Llevó su cadáver a Suecia y la enterró en un convento que su madre había fundado.
Ella fue elegida superiora de la orden que fundó su madre, que tenía como fin alabar y hacer reparación por medio de la contemplación, especialmente de la Pasión del Señor, pero mantuvo siempre el mismo espíritu de penitencia y recogimiento. Estuvo 5 años en Roma para ayudar a iniciar el proceso de canonización de su madre, sin dar importancia a sus propias obras. Se dice que aparecieron luces cerca de su cadáver tras su muerte.
“El que no procura ser visto por los hombres, aun cuando haga algo en presencia de los hombres, no puede decirse que actúa en presencia de ellos: el que hace algo por Dios, no ve más que a Dios en su corazón, por quien hace aquello, como el artista tiene siempre presente a aquella persona que le encargó la obra en que se ocupa.” (S. Juan Crisóstomo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario