sábado, 31 de enero de 2009
Dispuesto a morir
Cuando Tico vio que su padre había llegado, corrió a su encuentro. El
papá había llevado a Pepito, su hermano menor, al hospital, porque había tenido un accidente.
_¿Cómo está Pepito? _preguntó el chico_.¿va a vivir?
_Perdió mucha sangre _contestó el papá_. El doctor necesita que tú des sangre para que pueda vivir. ¿Lo harás?
_Sí, papá_dijo Tico.
_Entonces vamos ahora mismo al hospital. Es importante que lleguemos cuanto antes.
Tico no habló durante el viaje. Estaba asustado. No comprendía como podía dar su sangre para que Pepito viviera. Se preguntaba si le dolería mucho.
También el papá guardaba silencio.
Estaba preocupado por Pepito. Esperaba que lo que el doctor había dicho fuera cierto: que la sangre de Tico podía salvar la vida de Pepito. Su preocupación no le permitió pensar en como se sentía Tico.
Cuando llegaron al hospital, Tico quería preguntarle a su mamá algo que le preocupaba, pero no había tiempo para eso.
Una enfermera lo llevó rapidamente a la sala de operaciones donde se encontraba Pepito. Allí le insertaron una aguja en el brazo izquierdo y Tico vio que su sangre subía por un tubo y llegaba hasta su hermanito.
Finalmente Tico no pudo aguantar más y preguntó:
_¿Cuándo voy a morir, doctor?
La mamá de Tico comenzó a llorar y una enfermera hizo lo mismo. Al padre y al cirujano se les nublaron los ojos.
Nadie había pensado en explicar a Tico que nadie muere por dar sangre para una transfusión. El no lo había comprendido, pero no importaba. Había estado dispuesto a dar su vida para que su hermanito pudiera vivir.
Jesús hizo más que eso por nosotros. No sólo estuvo dispuesto a morir, sino que murió para que nosotros pudiéramos vivir eternamente.
Colaboración de Yaileen
Puerto Rico
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