miércoles, 21 de enero de 2009

La Docilidad

La docilidad es el valor que nos hace tener la suficiente humildad y capacidad para considerar y aprovechar la experiencia y conocimientos que los demás tienen.La docilidad nos ayuda a ser más sencillos, pues nos dispone a escuchar con calma y atención, a considerar con mayor detenimientos las sugerencias que nos hacen y a tomar decisiones más serenas y prudentes en base a la información recibida.Pocas veces en nuestra vida pensamos en la necesidad que tenemos de los demás, generalmente intentamos solucionar, decidir y ejecutar todo según nuestro criterio; y efectivamente, tendremos bastantes aciertos, pero también muchos fracasos y errores por considerar como inútiles los consejos que recibimos de quienes nos rodean. Podemos suponer que la docilidad nos convierte en personas inútiles, dependientes, influenciables, faltos de carácter y de decisión, pero cualquier persona que desea aprender y desempeñarse satisfactoriamente en alguna disciplina (deporte, oratoria, pintura, mecánica, etc.), o mejorar en su vida personal, se pone voluntariamente bajo la tutela de alguien que conoce y domina el área en cuestión, con el fin de progresar rápidamente y por un camino seguro.Pedir ayuda y dejarse guiar sería muy sencillo si evitáramos considerarnos superiores, la calidad de la opinión la medimos con unos criterios muy subjetivos: edad, posición profesional o social, grado de amistad y de mutua simpatía... y en resumidas cuentas nadie cumple con nuestras expectativas porque deseamos un guía que sea condescendiente con nuestro modo de ser y caprichos, con una exigencia “moderada” y un carácter a nuestro gusto.Por si fuera poco vivimos con la certeza de ser el blanco de la mala voluntad de nuestros semejantes: nuestra falta de carácter nos hace ver críticas, molestias y envidias detrás de las recomendaciones que se hacen respecto a nuestro trabajo, conducta y personalidad. La docilidad nos permite advertir en cada situación una oportunidad de mejora personal o de beneficio para los demás. Lo importante es reconocer que existen personas con experiencia y habilidades personales para aconsejarnos. Quien se interesa por nosotros nos hará ver defectos y errores; pedirá una reacción que afecte a nuestra comodidad y pereza; sanamente criticará nuestro modo de ser, carácter y conducta, pero todo persigue un fin: lograr nuestra mejora personal en todos sentidos. Ahora descubrimos a los padres, profesores, jefes y amigos que nos han dicho cosas que nos eran incómodas, pero tenían razón en exigirnos, en pedir un cambio en nuestro proceder. Si hubiéramos hecho caso esa vez...Es curioso pensar que las personas menos dóciles, son aquellas que solicitan una mayor respuesta y disposición a las exigencias que proponen. La docilidad exige ejemplo, intercambio y disposición personal para lograr un beneficio mutuo.
Al ser dóciles obtenemos muchos benéficos personales, pues hace de nuestra obediencia una colaboración gustosa para alcanzar objetivos personales o de conjunto; incrementa nuestra capacidad de adaptación a las nuevas exigencias y circunstancias que con relativa frecuencia se presentan; nos da la madurez para evitar empeñarnos en ser nuestros propios guías y jueces; se incrementa nuestro respeto y consideración por todas las personas. Lo más importante es saber que la persona dócil es feliz poniéndose en manos de los demás, generando confianza por la seguridad que tiene de aprender a mejorar todo lo que a su persona concierne.

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