El valor en la ética incluye el decir sin temor lo que va en contra del comportamiento ético, sin tener miedo de lo que se dice y a quien se le dice, sin importar las consecuencias o represalias que puedan sobrevenir. Es plantarse con dignidad en la más pura verdad y no intimidarse por decirle al otro, sea quien sea, que lo hecho por el no es correcto.
Decir la verdad y desenmascarar con valor no es fácil, es hacerse impopular a las élites de mediocridad disfrazadas de conocimiento, es tener que enfrentarse a calumnias, ridiculizaciones, ofensas, pérdidas y otras clases de bajezas. Sin embargo, esto no debe intimidar a las personas éticas y por tanto virtuosas, ya que al expresar la verdad y desnudar la mentira no se busca ganancia personal, felicidad o provecho, aunque paradójicamente el obrar con valor nos hace dignos de la felicidad y del bien.
Se debe tener el valor de decir la verdad, así nuestro silencio nos pueda ser provechoso, por que esta ganancia necesariamente será falta de pulcritud y de autenticidad y traerá el mal a muchos. Se debe ser valiente al decir la verdad así ésta sea tomada y convertida en mentira por el necio y falto de ilustración, desde su reducida óptica y así luego sobre su mentira cree una verdad sin sustento, pero que por asuntos del poder, violencia o dinero pueda volverse dogma o paradigma.
Hay que tener el valor para cumplir con el deber de ser excelente y no permitir mentiras disfrazadas con discursos falsamente fundamentados y que necesariamente llevarán al beneficio de pocos, es decir, de esa cumbre de mediocres que se viene apoderando de todo, ya sean medios de comunicación, salud, medio ambiente ciencia y tecnología, por mencionar solo algunas instancias.
Sí, no debe temblar la voz y así tiemble, se ha de tener el valor de decirle al mediocre, que es mediocre y que está perjudicando a muchos con esa actitud
egoísta y personalista. También se le debe decir que finalmente es un cobarde que esconde su falta de excelencia en el dominio de otros, pero que este poder finalmente no tiene base ni validez.
Se ha de tener el valor de decirle a quien corresponda, que se debe respetar la autonomía de las personas, porque esta autonomía es la exigencia de la dignidad del hombre; también exige valentía el ser benévolo, el ayudar al necesitado dejando de pensar siempre primero en sí mismo o en los nuestros; esta virtud es en verdad para los más valientes, para hombres llenos de ética, la rectitud de opinión, es decir plenos de verdad. Ese valor se funda en el deseo de libertad cuya esencia es la verdad y solo así la buena deliberación será una rectitud conforme a lo conveniente con relación a un fin, cuya prudencia llevará a un juicio verdadero y justo.
En otras palabras, el ignorante, el necio, el violento y otros por el estilo son necesariamente cobardes, se achican ante la verdad, ante la ética y ante el virtuoso. Es por esto que lo único que intentan es callarlo y descalificarlo. Por que la mediocridad genera violencia y la violencia tiene como esencia el no dialogar, lo que busca es silenciar, callar el error, la falta de preparación y de excelencia en el obrar.
El valor en los actos, adquiere valor moral solo si es realizado con buena voluntad, que en ningún caso es puritana ni cobarde, pero siempre bella y estética; es decir, hay buena voluntad si existe una razón moralmente válida que justifique la acción.
El valor de que hablo preserva los principios morales y éticos, que el vicio y la cobardía destruyen; es de hombres prudentes no solo por su saber, sino por su capacidad de obrar rectamente. Ese valor desea el bien del otro por el otro mismo, porque lo respeta y lo valida como persona, por eso no teme decirle al que se aleja del bien que su obrar no es correcto.
egoísta y personalista. También se le debe decir que finalmente es un cobarde que esconde su falta de excelencia en el dominio de otros, pero que este poder finalmente no tiene base ni validez.
Se ha de tener el valor de decirle a quien corresponda, que se debe respetar la autonomía de las personas, porque esta autonomía es la exigencia de la dignidad del hombre; también exige valentía el ser benévolo, el ayudar al necesitado dejando de pensar siempre primero en sí mismo o en los nuestros; esta virtud es en verdad para los más valientes, para hombres llenos de ética, la rectitud de opinión, es decir plenos de verdad. Ese valor se funda en el deseo de libertad cuya esencia es la verdad y solo así la buena deliberación será una rectitud conforme a lo conveniente con relación a un fin, cuya prudencia llevará a un juicio verdadero y justo.
En otras palabras, el ignorante, el necio, el violento y otros por el estilo son necesariamente cobardes, se achican ante la verdad, ante la ética y ante el virtuoso. Es por esto que lo único que intentan es callarlo y descalificarlo. Por que la mediocridad genera violencia y la violencia tiene como esencia el no dialogar, lo que busca es silenciar, callar el error, la falta de preparación y de excelencia en el obrar.
El valor en los actos, adquiere valor moral solo si es realizado con buena voluntad, que en ningún caso es puritana ni cobarde, pero siempre bella y estética; es decir, hay buena voluntad si existe una razón moralmente válida que justifique la acción.
El valor de que hablo preserva los principios morales y éticos, que el vicio y la cobardía destruyen; es de hombres prudentes no solo por su saber, sino por su capacidad de obrar rectamente. Ese valor desea el bien del otro por el otro mismo, porque lo respeta y lo valida como persona, por eso no teme decirle al que se aleja del bien que su obrar no es correcto.
La vida posee carácter sagrado, absoluto e inviolable en cualquier circunstancia y sin excepciones.
El respeto por la vida incluye el que todos debemos ser tratados como agentes autónomos, y si alguien llegase a tener disminuida su autonomía, siempre debe tener derecho a máxima protección.
En verdad hay que tener valor para reconocer en la justicia la verdad central de la ética y así las acciones que tienen fines en sí mismas ostentan tal primacía axiológica, que invita a realizarlas.
Todas las virtudes se unifican en una sola virtud: el saber.
Todos los vicios se unifican en un solo vicio: la ignorancia.
Por tanto, la ética hace posible distinguir racionalmente lo correcto de lo simplemente aceptado y lo válido de lo vigente. Solo así la decisión ética se expresará en acuerdos y no en pactos estratégicos, ya que cualquier pacto estratégico desvirtúa el carácter ético de la decisión.
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