sábado, 31 de enero de 2009

Vivir con Injusticias

No tengan miedo les contestó José. ¿Puedo acaso tomar el lugar de Dios? Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente. Génesis 50:19-20 Podemos convivir con muchas dificultades y sacrificios, pero cuando percibimos que hemos sido tratados con injusticia nos sentimos traicionados en lo más profundo de nuestro ser, especialmente cuando viene de aquellos que más amamos. La agonía de esta insoportable carga la capta el salmista: “Si un enemigo me insultara, yo lo podría soportar; si un adversario me humillara, de él me podría yo esconder. Pero lo has hecho tú, un hombre como yo, mi compañero, mi mejor amigo, a quien me unía una bella amistad, con quien convivía en la casa de Dios” (Salmo 55:12-14). El cristiano maduro deberá de aprender a manejar correctamente las injusticias para evitar un proceso que le quitará el gozo y la paz y, pondrán fin a la efectividad de su servicio al Señor. Nada ilustra esto con tanta fuerza como la vida de los hermanos de José. A pesar de que habían pasado 44 años desde aquella terrible decisión de vender a José como esclavo, seguían atormentados por lo que habían hecho, presos del miedo a la venganza. Piense en eso. ¡La mitad de la vida atormentados por algo que habían hecho casi 50 años antes! No sabemos en que momento José resolvió las devastadoras consecuencias de ser vendido por sus hermanos, pero el texto de hoy nos da pistas de dos cosas que habían ayudado a José a superar la crisis. En primer lugar, José entendía que el no estaba en el lugar de Dios, y que juzgar a sus hermanos era algo que no le correspondía. Nuestros juicios siempre van a estar empañados por nuestra limitada visión humana. Solamente Dios juzga conforme a la verdad. Por esta razón, no le es dado a los hombres el emitir juicio contra otros. Aun el Hijo de Dios se abstuvo de emitir juicio, diciéndole a los judíos: “Ustedes juzgan según criterios humanos; yo, en cambio, no juzgo a nadie” (Juan 8:15). En segundo lugar, José tenía una convicción profunda de que Dios estaba detrás de lo que le había pasado. Esto es algo fundamental para el cristiano. Con demasiada frecuencia nuestra primera reacción en situaciones de injusticia es cuestionar la bondad de Dios, preguntando por que él ha permitido lo acontecido. Pasaron años antes de que José comenzara a ver el bien que el Señor tenía en mente cuando permitió que la tragedia tocara tan cerca de su vida. Mas la convicción de que Dios puede convertir aun las peores maldades en bendición siempre existió, y esto guardó el corazón de la amargura y el rencor.

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